viernes, 11 de diciembre de 2015

temperley



la certeza de que hay
en la sala de máquinas
un ventrílocuo sin ojos
escribiendo postales de repúblicas soviéticas
donde cuenta sus amores de la infancia
a marineros que perdieron la inocencia
apostándola a la ruleta rusa.

la certeza de que sus manos ya escribieron
el tiempo denso que se arrastra debajo nuestro
y se mece a sí mismo esperando el mareo
como un gigante encandilado por el olor de la presa
como un nido de babosas flotando en el sumidero
como el frío que repta en las entrañas ignorando nuestra presencia.

la certeza de que fueron sus manos
cubiertas de goma espuma y tela china
las que regaron combustible en los puentes incorpóreos
en el cemento armado hasta los dientes
en su invisible raíz de algas marinas
guiado por voces que nos dejaron 
varados en medio del agua
sosteniendo velas apagadas.

la certeza de que fueron esas manos las que nos vendieron
un seguro de vida hace demasiado tiempo
nos dejaron su número marcado en la espalda 
prometieron que volverían y las mordimos 
porque creímos que ya no nos darían de comer.

la certeza de que son esas manos
frenéticas, inestables, irreales
esas máquinas de movimiento perpetuo
las que mecen ahora la cuna
acertando erráticamente cada paso que damos
amoldando sus huellas para dejarlas
en los caminos que nos llevan a ciudades 
siempre idénticas a la que dejamos atrás.